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ababol

LOS iNDiGNADOS

LOS iNDiGNADOS Viernes por la tarde. Recién lelgada a Barbastro después de un largo viaje. Suena el teléfono: Ana. "Santiago Carrillo está aquí! Vamos a la conferencia, a lo mejor tenemos suerte y nos dejan entrar!". Cojonudo. La tarde empezaba interesante. Llegamos a la UNED y, como esperábamos, sólo dejaron pasar a las personas que tenían invitación. Esperamos por si sobraban sitios, pero un chica con cara de extreñida nos aseguró que estaba todo repleto. Mientras esperábamos, aún con esperanzas, algún abuelillo comentó que él quería ver a Carrillo, que "había pasau por debajo la calle, que quería hacerle una foto...". Y nada, poco a poco la gente fué desapareciendo hasta que nos quedamos cinco. Cinco jóvenes con ganas de escuchar a Carrillo, pues sabíamos que esa era posiblemente la última oportunidad para verlo.
Nos desplazamos bajo la lluvia a la puerta de salida, y pronto apareció la mujer que se encargaba de la vigilancia de una exposición compuesta únicamente por pedruscos para decirnos que no se podía pasar. Dedujimos que la puerta tenía un sensor, porque nada más tocarla la tía reaparecía. Los chicos que nos acompañaban propusieron que, al menos, abrieran las cortinas de la sala para poder verlo, o que nos dejaran pasar aunque fuera de pie para poder escucharlo. Pero nada. Carrillo a 50 metros nuestro y no lo podíamos ni siquera oír.
Al final conseguimos colarnos dentro de la sala de la exposición, con la esperanza de que, por pesados, esa pobre mujer nos dejara pasar al final. Inventamos de todo, nos quejamos muchísimo... No fue justo. no es jusot. Más claro lo dejó una anciana que se acercó con su paraguas y gritó como una loca que los impuestos del Ayuntamiento los pagamos todos, y que qué era eso de barbastrenses de "primera" y de "segunda", que qué era eso de las invitaciones. Quería ver a Carrillo, según ella conocía bien el tema. Después de gritar incluso al cielo y de mandar a la mierda a todo responsable se fué, paraguas en mano.
Ana no dejaba de mirar el botoncito que tenía dibujada una llamita, la alarma anti-incendios. "Qué tentaciones me están dando...". Pero nada.
Los chavales discurrieron mucho en poco rato: "hay 8 rendijas... somos 5... venga va! déjanos mirar por las rendijas, que si queires tú también!". Pero nada... "¿Puede darle esto a Carrillo de mi parte para que me lo firme? Es que le hará ilusión a mi madre, que me lo ha pedido; si no se lo paso por debajo de la puerta!"; "Carrillo, hay una carta para tí!". Era una pequeña invitación de las juventudes comunistas. Pero ni por esas.
La cosa empezaba a desvariar mucho. Llevábamos 3 horas allí y aún no habíamos visto a Carrillo ni de lejos. La confianza que cogimos con la muejr de la exposición llegó a tal punto que hasta le escribieron cosas en sus apuntes de trabajo. "Ya lo pasarás a limpio...".
Empezaron a salir personas. Primero una chica con un poco de prisa, que dijo que había hablado "muyyy bien". Zorra, no nos digas eso aún encima. Luego un hombre menudo y cabizbajo que se dedicó, sin decir nada, a dar vueltas por la sala de las piedras. Luego nos enteramos de que era un facha que se había metido ahí dentro a... joder la marrana, no hay otra explicación. Si no te gusta lo que va a decir, tío, pues no vayas; pero deja en paz a un pobre hombre de 91 años que sólo quiere conferenciar ante personas que lo quieren escuchar. En fin...
Vuelve a abrirse la puerta. Ángel Huguet. Buf! Gran periodista, que incluso se atrevió a debatirnos el motivo por el que estábamos ahí. Venga... Que no es justo ni normal que cinco jóvenes (cinco!) se queden sin escuchar a Carrillo porque les faltaba una puta invitación! Ni que hubiéramos sido una veintena de falangistas!
Y por fin... se abrió la puerta. Se abrió y una sonrisa nos miró. Era Carrillo. Un adorable abuelito con pomposos mofletes. Un luchador por su causa. Un pilar de lo que ahora tenemos. En fin, Carrillo. Como de costumbre, conseguimos una foto. Y un par de besos.
¿Valió la pena la espera? NO. No es normal que, sabiéndo la respuesta que iba a tener un evento así, lo pusieran en una sala con capacidad para 100 personas. Y menos aún que pidieran entrada, que privaran de algo así a otras tantísimas personas que se quedaron sin entrar, o a esos 5 jóvenes que se quedaron sin su última oportunidad (posiblemente) para escuchar de su propia boaca quién fue Santiago Carrillo.
Pero qué incompetencia!!

2 comentarios

***pam*** -

Pues ya te digo que yo no pude entrar, pero dijeron que, la parecer, el "facha" este se puso muy nervioso y comenzó a gritar a Carrillo exponiendo él también sus ideas. No sé, yo creo que hay formas y formas de decir las cosas y, siendo que el conferenciante era precisamente comunista y... vaya! de 91 años, no creo que fuera el mejor momento para montarle una bronca. Digo yo, eh...

larlar -

Barbastro city, la ciudad sin ley. La ciudad de los rangos. Porke no puede ir el facha ese a ver a Carrillo? no entiendo que hay de malo!