DiOS EN CONCIERTO. Bilbao, 26.05.06
Un ruedo repleto de gente. Tres generaciones se dan cita en un mismo sitio. Hay arena, banderas republicanas y una barra, importante. Alguna que otra pancarta, y una chica vendiendo bombines. Aún no se ha puesto el sol, y a mí ya me tiemblan las piernas. Llevo puestas unas bonitas galas, aunque sé que será difícil tocarle hoy es un día especial. Me pido un pacharán para animar (o intentar apaciguar) la situación; lo termino de un trago cuando se cambian las luces del escenario y en la plaza se concentra un sonoro aplauso. Ha salido al escenario. Lleva un bombín, un bastón y una chaqueta de frac. Ya me he puesto las gafas para no perder detalle, y lo veo allí, en lo alto, sonriendo, comenzando a cantar, atizando con ese bastón a los altavoces, al suelo... Es Dios. Es Sabina en concierto. El temblor de las piernas se me ha pasado a las manos y a los labios, y de repente empiezo a llorar. ¡No lo puedo evitar! Me siento como una quinceañera en un concierto de los Backstreet Boys, pero es que... no puedo parar. Está allí, y va a cantar para mí. Y lo hace. Se me para el tembleque cuando el cielo oscurece del todo, y poco a poco voy alcanzando estar más cerca de él. Recita poemas, parecen improvisados, y es tan coloquial que da respeto. Y está allí, enfrente de mí, y cantando las canciones que han estado conmigo toda la vida! No sé, me siento en otra esfera... y hasta que no llevo dos horas en casa hablando sin parar de él no me doy cuenta de que ya ha pasado. De que ya lo he visto, y lo he escuchado. De que ya he cumplido un objetivo. De que me ha cantado sólo a mí; pero no al oído...
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irati -